Este procedimiento se refiere comúnmente a toda clase de cirugías en los lóbulos frontales del cerebro; sin embargo, debe llamarse propiamente lobotomía a la destrucción de las vías nerviosas sin extirpación y lobectomía cuando sí haya extirpación.
Moniz y Lima afirmaron tener buenos resultados, especialmente en el tratamiento de la depresión, aunque cerca del 6% de los pacientes no sobrevivieron a la operación y con frecuencia se registraban cambios adversos en la personalidad y en el funcionamiento social de los individuos. A pesar de los riesgos el procedimiento se tomó con cierto entusiasmo, especialmente en los Estados Unidos, como tratamiento para las condiciones mentales previamente incurables. Moniz recibió un Premio Nóbel en 1949. Sin embargo, toda su fundamentación se había basado en un único caso clínico ni siquiera humano
Peor aún, las evaluaciones de las primeras lobotomías tras los informes de Moniz las hicieron los mismos médicos que realizaban las operaciones, lo cual fue un método muy poco objetivo que dio como resultado una evaluación demasiado positiva y optimista.
Los criterios iniciales para el tratamiento eran estrictos, solo algunas condiciones de «auto tortura» fueron propuestas para el tratamiento; la ansiedad crónica severa, la depresión con el riesgo de suicidio y el desorden obsesivo-compulsivo fueron los síntomas principales tratados. La leucotomía original era una operación cruda y la práctica pronto fue desarrollada en un procedimiento más exacto, más preciso donde «solamente» se produjeron en el cerebro lesiones «muy pequeñas».
En 1928 el Dr. John Fulton hizo una lobotomía en dos chimpancés. No sobrevivieron a la intervención